Southernmost Point
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Key West: Aquí estuvo Hemingway

     Nada más placentero que un soleado amanecer en Miami. Iniciamos el día entre cafés, tostadas, mochila y mamadera, todo está a mano y aunque no lo esté, simplemente da igual porque estamos muy excitados con la próxima experiencia viajera que tendremos, el camino a Key West, Los Cayos en La Florida o Cayo hueso.

    Y ahí vamos, al extremo sur más meridional de los EEUU, rumbo a ese paraíso tropical, por una ruta escénica de 120 millas o 193 kms, de puente en puente, de cayo en cayo, rodeados del mar turquesa, que se disputan el Golfo de México a un lado y el Océano Atlántico del otro.

    Estos cayos o pequeñas islas se unen por 42 puentes en una ruta estrecha de 2 carriles, plagada de bosques bajos y manglares.

    Vamos llegando a Cayo Largo, la primera de este rosario de islas con magníficos arrecifes de Coral y su State Park John Pennekamp, parque subacuatico único, repleto de vida, para excursiones de buceo y snorkeling o barcos de piso transparente para los temerosos.

    Dejamos atrás Cayo Largo y pasamos por Tavernier, típico pueblo pesquero, que según la leyenda debe su nombre a piratas y contrabandistas de ron que frecuentaban sus tabernas.

    Y al fin asoma Isla morada, los españoles le dieron su nombre por el color morado del nácar en los caracoles de mar acumulados en sus orillas. Cada milla es un paraíso distinto en este mundo tropical.

Avanzamos en esta ruta un tanto monótona pero placentera, elevada sobre el mar, para tomárselo con calma y disfrutar de cada pequeña isla donde reinan las palmeras y casas elevadas sobre pilotes, que cada año son azotadas por los huracanes.

     Luego, pasamos Long, Grassy y Marathon Key como punto intermedio. Hacemos un relax y por increíble que parezca, debemos decir, que aquí, aquel que busque un paraíso de arenas blancas y palmeras, se le hará dificil porque no abundan, excepto si hace una parada en Bahia Honda State.

    En este punto puede verse la antigua vía del ferrocarril y su sección destruida por el huracán de 1935.

      Realizamos una última parada en Bien Pine Key, hogar y refugio de ciervos de cola blanca, donde debemos bajar la velocidad, porque puede cruzarse un ciervo sin previo aviso.

      Finalmente, llegamos a Key West (Cayo Hueso), el punto geográfico más al sur de EEUU, y tan solo 90 millas de Cuba. Originalmente la isla fue llamada así por los españoles debido a la abundante cantidad de huesos encontrados de un cementerio indígena. Key West se caracterizó durante mucho tiempo por ser refugio de pescadores, piratas y delincuentes, hasta que pasó a manos del Gobernador Español en Cuba. Y en 1821 por el tratado de Florida, a manos de EEUU.

     Key West, es un lugar ideal para caminar, recorrer y sentir sus aromas de cocina gourmet, junto con los olores frutales y florales autóctonos, que envuelven sus edificaciones llenas de historia. La puedes recorrer a pie, alquilando carritos parecidos a los que se usan en las canchas de golf o en los trencitos de paseo que relatan su historia. Paseando encontramos muchos comercios de gastronomía y souvenirs. Caminando por la bella Caroline St (mi nombre homónimo en inglés), llena de casas antiguas dimos con una extraña casualidad producto del azar, ¿o causalidad? nos topamos increíblemente con Williams St, calle con el nombre de mi pareja en inglés, una experiencia para nosotros divertida y un tanto surreal 😉.

     Otra curiosidad de esta isla es que puedes ver las calles con muchos gallos paseando muy horondos y desplegando la belleza de sus plumas.

      Todo es posible en este camino recorrido, quizás buscando los pasos de Ernest Hemingway, este escritor periodista, de estilo sobrio y muy despojado, pero con una vida llena de aventuras. Podemos rastrear su gran influencia a lo largo de todo el siglo XX hasta nuestros días. Key West es un muy bello destino para conocer y saber que, Hemingway sí estuvo y vivió aquí, en este paraíso tropical, en la década de 1930 en Whitehead St. 907, su antigua casa, hoy museo, donde pudimos apreciar viejas fotos de época e imaginarlo bebiendo y fumando un puro cubano inspirándose, para escribir lo que sería luego su maravillosa obra, El viejo y el Mar.

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