El Palacio Paz, también conocido como palacio Retiro, es una joya arquitectónica de 1900, que esconde misterios y secretos detrás de su imponente fachada.
Lo podrás descubrir, oculto a unos metros, saliendo del eje de la avenida Santa Fe al 700, imponente y exuberante, representa todo un viaje a la Buenos Aires de comienzos del siglo XX.
Por aquel entonces, un rico estanciero, periodista y político Argentino José Clemente Paz, fundador del diario “La Prensa” y destacado representante de la llamada “generación del 80”, élite gobernante de la República Argentina entre 1880 y 1916, era Embajador Argentino en París.
Este diplomático, en su sueño por llegar a Presidencia le encargó al reconocido y prestigioso arquitecto francés Louis Marie Henry Sortais, el diseño de una mansión de dimensiones inusitadas para la geografía porteña de la época, cuya construcción se extendió por 12 años de 1902 a 1914.
Como una saña del destino, su propietario no llegó a ver terminada su construcción, ya que falleció en Montecarlo 2 años antes de su inauguración, pero su familia, su viuda y 2 hijos, si llegaron a disfrutarlo
Atravesando su puerta principal forjada en bronce y hierro, rodeada de mármoles, comienza esa marca de monumentalidad y armonía neoclásica, que tan bien recuerda al Museo del Louvre.
La imponente entrada inhibe y desplaza la importancia de la escalera de mármol, que une su hall central con el primer salón de recepción de inmensos ventanales y cortinados como un preámbulo de lo que está por verse.
El ojo actual no está acostumbrado a tanta opulencia distribuida en 4 pisos, 140 ambientes, 40 baños, 10 ascensores y puertas disimuladas en sus paredes para que 70 sirvientes no sean vistos en su trabajo diario.
Ese ojo moderno no puede entender a un tiempo donde había que mostrar una idea de país cercana a la idiosincrasia europea.
Con una mentalidad muy moderna para la época, esta construcción tiene un sótano cuyas ventanas dan a la vereda de Av. Santa Fe y que solo se usaba de depósito.
La segunda planta llamada “Piano Nobile” era destinada a las visitas y a ser recibidas con un protocolo extremo casi de nobleza.
La tercera planta era ocupada por los cuartos y privacidad de la familia, en la última planta se encontraban los lavaderos, habitaciones de los empleados y especialmente la cocina, en este caso muy bien pensada, ya que el humo y los olores no molestaban a la familia, puesto ascienden, evitando la invasión de aromas en la casa.
Rodeada en su interior de fuentes, espacios verdes y jardines de invierno, hoy puede disfrutarse de un delicioso café acompañado con un Croque Mándame o Monsieur o de una deliciosa comida.
En invierno se calefaccionaba a través de calderas que distribuían el calor por cañerías ubicadas debajo de los pisos y en las paredes de todos los ambientes.
En su parte posterior, las cocheras albergaban autos y carruajes en una época de transición entre ambos medios de locomoción.
Todos sus materiales originales y exclusivamente traídos de Europa, mármoles de Italia y España, vitrales de Francia, pisos en parquet de roble de Eslovenia. No podía haber muebles o alfombras que cubran un piso de esa envergadura. Estos ambientes no eran vividos en el día a día sino que se usaban sólo para eventos importantes, con lámparas originales en bronce y cristal de Bacarat.
A medida que se recorren sus salones vamos desgranando la historia detrás de esta increíble construcción.
Un salón de baile color blanco incandescente inspirado en la “Galería de los espejos” del Palacio Versalles, separado de otro salón, por un corredor revestido íntegramente en madera de nogal donde un equipo de ebanistas trabajó durante ocho años.
Otro salón de canto acústico, que contaba con palco para orquesta y según la historia, fue la primera familia en contratar una orquesta de tango, cuando en aquellos tiempos estaba mal visto entre las familias de clase alta, sin embargo, cuando el tango fue moda en Francia comenzó a aceptarse acá y el artista contratado fue “Francisco Canaro”.
Un salón de damas, donde se organizaban meriendas de caridad
Un hall de honor coronado por una cúpula de vitrales, donde se recibían invitados de mayor jerarquía.
Finalmente, el despacho de José C Paz, con grandes aspiraciones presidenciales, ya que por aquellos años los presidentes no tenían una Residencia Oficial, pensó que debía estar a la altura, no hay ninguna duda que no se equivocó, aunque el presidente, de ese momento, Julio A. Roca, no apoyó el deseo de la aristocrática familia.
Doce mil metros cuadrados, una verdadera desmesura para una casa de familia, pero hay que entender que se buscaba romper con lo colonial y que se dejará de vincular a Buenos Aires con una aldea, sino con una ciudad cosmopolita, como un verdadero desprendimiento europeo, que en cierto modo lo era aunque entre las clases menos acomodadas se respiraba muy genuina la genética rioplatense y el orgullo colonial.
La influencia francesa predominaba, en esta zona donde muchas familias aristocráticas, decidieron instalarse, corridos por la peste desde la zona sur y competían entre ellas para invertir en construcciones más grandes, más altas, más caras y con mejor estilo y gusto.
Pero nadie pudo ganarle a José C paz, quien se llevó todos los laureles en este mágico palacio, un verdadero adelantado a su tiempo que supo combinar lo Neo con Barroco, Renacimiento y Gótico con toques Napoleónicos.
Lo cierto es que, la crisis económica de los 30, no afectó a la familia completamente, pero no podían sostener tal desmesura y, en 1938 se pone a la venta, siendo adquirida por el Circulo Militar, teniendo vida útil como residencia familiar sólo de 24 años y pero que, por razones del destino, su dueño no pudo disfrutar.
Si quieres ver más lugares cercanos al Palacio Paz, lee Zona 4: La Calle Florida, la gran peatonal. Desde San Nicolás hacia Retiro.
Para más opciones de recorridos y tours puedes visitar la página web de Civitatis.
